lunes, septiembre 13, 2010

Apuntes sobre el robo español y el estado a los Mapuches.

Aurelio Díaz Mesa; periodista invitado al parlamento de Coz Coz en el año 1907, en sector cordillerano cerca de Pangupulli, hace un impresionante relato de las artimañas y horrorosos robos ejecutado a los caciques mapuches de la zona de Valdivia y sus alrededores. La historia de Chile no reúne ni el más mínimo relato de cómo se usurparon las tierras mapuches con ayuda de la isntitucionalidad desde el siglo 19 y antes. Cualquier chileno en su estado de derecho, reclamará en la justicia asi no sea por un lápiz. Los mapuches con su creencia en el hombre y su cordialidad natural, accedieron a la más terrible y tormentosa maldad de los usurpadores españoles y de otras razas en el sur de Chile que llegaron para obtener de manera simple y con ayuda de las instituciones del estado chileno, tierras y recurso que obtenían con acuerdos y escrituras notariales (Notarios interesados y sin duda como parte del negocio) con las cuales se despojaba a los caciques de los terrenos, echando a las familias de las reducciones y tomando posesión de las tierras. Estas atrocidades no se borran con unos pocos sitios y algo de asistencia “técnica” que permita al mapuche entrar en la vorágine competitiva del mercado, en el que vive la cultura occidental. Nos se borra tan fácil con frases de buena crianza o mejores “intenciones”. Hace un buen rato que se viene advirtiendo del conflicto con los pueblos originarios y la deuda con el pueblo mapuche como mayoritario. Mi impresión es que estamos frente a un reflujo del cuerpo social indígena y que la lucha por la recuperación de la dignidad es una acción presente, que no se acaba con el termino de la huelga de hambre de los comuneros, es más bien el comienzo de una gran avanzada hacia la recuperación de lo que le han robado, su tierra, su lengua, su cultura, su espacio vital.
Aquí uno de los relatos captados en el parlamento de Coz Coz de 1907.



Naguilef Loncon. -Yo vivo en Llongahue, de donde soy cacique. Hace tiempo que le di permiso, por caridad a Abel Peña para que hiciera una casa en un pedazo de terreno cercano mi ruca, y ahora quiere quitarme todos mis terrenos. Este Abel Peña había perdido un pleito contra el caballero Gerardo Guarda, y vinieron los gendarmes y le quitaron todo lo que tenía, dejándolo a él y su familia en el camino público, sin tener donde dormir. En esa situación, Peña fue a pedirme que le permitiera hacer un rancho para guarecerse mientras encontraba posesión. Yo, al verlo pobre, le dije que hiciera el rancho en un corral que está como a una cuadra de mi casa. De lástima le ayudé hasta con madera para que concluyera luego su rancho. Peña empezó a trabajar el terreno y a hacer barbechos y roces: yo ayudaba con bueyes y herramientas porque veía que él quería trabajar para mantener a su familia. Al año, Abel Peña era otro hombre, y ya tenía una yunta de bueyes, una vaca y varios corderos y gallinas. Bueno. Yo no quería pedirle la posesión, porque el hombre estaba tan agradecido conmigo, que cada vez que me veía, me decía que nunca dejaría de ser mi buen amigo, y que él me pagaría todo lo que había hecho por él. A un mocetón mío que estaba por casarse, y que mehabía cedido un pedazo que ocupaba Peña, le di otro terreno, porque no quise molestar a mi buen amigo huinca. Bueno. Una vez, después de dos años, al ver que año por año tenía más y trabajaba más terreno, le dije que me entregara las tierras porque yo también necesitaba para los animales más extensión alrededor de mi ruca, y que no siguiera barbechando ni rozando, porque mis mocetones reclamaban; pues ellos
también querían que les dejaran los terrenos suficientes. Abel Peña me dijo que cómo iba a dejar el terreno cuando tenía allí tantas mejoras, y que le iba a hacer muchos perjuicios y que le tuviera lástima, y que no tenía dónde irse con su mujer y sus hijas.

Él estaría dispuesto a pagar arriendo si yo quería cederle ese pedazo de terreno. Me dijo tantas cosas, que yo accedí en arrendarle el terreno en cien pesos al año. Lo que Peña tenía trabajando eran veinte cuadras.

Al día siguiente de este convenio, Peña me dijo que iba donde el juez de distrito, Rafael Mera, su pariente. Cuando volvió a los dos días me dijo que fuéramos a Valdivia a firmar una escritura por el arriendo de en que habíamos convenido. Yo fui con mi lenguaraz, porque yo no sé hablar español. Con Peña nos habíamos arreglado, porque él sabe algo en mapuche, y lo que no entendía se lo decía mi lenguaraz. Allá en Valdivia fuimos a la Notaría, y el lenguaraz firmó por mí un papel, que según me dijeron era un contrato. Bueno al año le cobré a Peña el arriendo; entonces él se rió y me dijo que no me debía nada. El vecino Peña había cambiado mucho. Una vez le tiró un balazo a un buey mío porque se le había metido en su potrero. El buey quedó
manco. Otra vez le rompió la cabeza a un indio de mi reducción, porque fue a golpearle la puerta de su casa para darle un recado que mandaba yo. Y muchas cosas más. Cuando me dijo que no me debía nada, tomé la escritura que me habían dado en Valdivia y me vine donde el padre Sigifredo y le conté todo. El padrecito vio la escritura que allí decía que yo Naguilef Loncon, cacique de Llongahue, y mis mocetones nos reconocíamos como inquilinos de Abel Peña, propietario del fundo Calafquen, a donde pertenece mi reducción... Agregaba la escritura que todas las mejoras en siembras, casas y animales las dejaríamos a beneficio del fundo cuando nos fuéramos de allí».
Abel Peña edificó una casa de zinc bien bonita, en lugar del ranchito que antes tenía.
Ahora no me mira, ni me saluda siquiera. A mis mocetones los amenaza y una vez azotó a uno. Hace como dos meses me dijo que me saliera de mi posesión y que me fuera a otra parte, porque necesitaba ese terreno. Yo le respondí que él tenía que irse o pagarme el arriendoconvenido. Se rió y me dijo que si se iba, llamaría a los gendarmes para que me echaran. Yo quisiera saber si el gobierno podrá permitir que me echen, cuando hace tiempo que vivo allí. Me han dicho que quiere quemarme la casa, y yo tengo un mocetón para que cuide de noche, para estar tranquilo; yo tengo muchos chiquillos...
-Y no pueden ustedes echar a peña de donde está? Le preguntamos violentamente al lenguaraz.
-¿No se atreven hacerse respetar?¿Son cobardes ustedes? ¿tienen miedo?
-Ah no señor, no tenemos miedo a Peña ni a nadie. Denos usted una orden y vamos al
tiro a sacarlo allí y lo dejamos en el mismo camino público de donde lo recogió el cacique.
Cuando el cacique se enteró de nuestras palabras y de la respuesta del lenguaraz, sus
ojos se inundaron con una suprema esperanza ¡Creía el pobre que nosotros podíamos
darle esa orden y librarlo de la creciente rapiña de un usurpador audaz y desvergonzado!
-Tengan confianza, le dijimos. Puede ser que pronto se les haga justicia.
¿Qué más le íbamos a decir?
El libro completo lo puedes bajar en:

http://biblioteca.serindigena.org/index.php?option=com_jdownloads&Itemid=106&view=viewdownload&catid=1&cid=8&lang=es

No hay comentarios.: