jueves, agosto 13, 2009

Stella Diaz Varín, La Colorina.

Como explicarte que no te había visto, más que en compañía de algunos próceres de la poesía chilena o en relatos de Jodorowsky, pero tal vez lo mismo acentúa aún más la estirpe de bastión solitario y rabioso del under anarco Chileno, será que cada día se hará aun más maldito en esta casa que llevo, tanto tiempo pendiente contigo y ahora que encuentro tu historia, desafío esta nimia capacidad de juntar palabras para simplemente decirte, que aun a dos metros bajo tierra sigues seduciendo, con los velos de tu aura de musa encantada, con tatuajes en la piel y tu roja cabellera, aun nos dejas babeando a tu paso, que corre como un cometa de luz en tu prestancia; todo lo que desearía en una mujer pasión por vivir, vivir, vivir hasta morir. Ni amuleto, ni moneda, ni terrenal o ilusa, flor de diamantes con monstruos en el cuerpo y mariposas en el alma. Aquí me tienes sediento por tus letras, ansiosos entrando a tu laberinto en busca de la palabra, esa que tanto buscaste, ¿la encontraste querida Estela?, ¿la encontraremos por ti o siempre supiste que no existía? Que importa, si las palabras eran tu luz, la pasión del artesano por su joya perfecta. A pocos le podría explicar como es enamorarse de una mujer que tiene la voz más ronca que el Carpo (¿quien conoce al carpo?) y que su puño es más pesado que el de Tyson o que si se ofende contigo, te dejará desnudo ante la audiencia?, pero que cuando vive, vive más que cualquiera de nosotros que intenta vivir, tu vida y obra una sola, tan cautivante como estas palabras encontradas en la búsqueda de tu palabra, tan aterradora como despertarse en la morgue con los cadáveres y no saber si estas muerta después que la dictadura quiso eliminarte. Salud Estela, salud con el vino que acompañó tantas noches en El Bosco o en tu soledad fría y extenuante de pasión por la vida y el amor y claro, gracias por mostrar que la poesía no está en el papel, ni en la pluma, sino en las palabras inalcanzables, aquellas ocultas en el acto de poetizar el vivir. Por eso como un regalo para todas las Estelas que habitan en las mujeres, principalmente para las que amo, para mi Violeta que empieza a recorre el camino de la búsqueda, en la que Estela enciende las señales y no en vano me pediste sus poemas, para la Sandri que nació el mismo día y no hace volar su rabia, para la Hilda que ha viajado por los caminos de la vida y sobrevivido a los vivos, para mi Eloisa que empieza el camino sin saber lo difícil que a veces se hace, para las chicas que juegan y buscan y para alguna Stella que estará por ahí en ese laberinto y que no encontraré, pues es posible que ya no queden Estelas en la tierra. Aquí algunas letras de esta hembra poderosa:









C U A N D O L A R E C I É N D E S P O S A D A.


Cuando la recién desposada
desprovista de sinsabor
es sometida a la sombra.
Sí. A su sombra...
Enciende la bujía y lee.

¡Ah! Entonces no es nada
la venida del apocalipsis,
los hijos anteriores enterrados
y un hilo de sangre desprendido del techo.
No es nada ya el océano y su barco
ni la muerte que intuye la libélula
ni la desesperanza del leproso.

Cuando la recién desposada:
Ya no estaré tan sola desde hoy día.
He abierto una ventana a la calle.

Miraré el cortejo de los vivos
asomados a la muerte desde su infancia.
Y escogeré el momento oportuno
para enterrarla.

B R E V E H I S T O R I A D E M I V I D A.

Comando soldados.
Y les he dicho acerca del peligro
de esconder las armas
bajo las ojeras.
Ellos no están de acuerdo.
Y como están todo el tiempo discutiendo
siempre traen perdida la batalla.

Uno ya no puede valerse de nadie.
Yo no puedo estar en todo;
para eso pago cada gota de sangre
que se derrama en el infierno.

En el invierno, debo dedicarme
a oxidar uno que otro sepulcro.
Y en primavera, construyo diques
destinados a los naufragios.

Así es, en fin...
Las cuatro estaciones del año
no me contemplan, sino trabajando.

Enhebro agujas
para que las viudas jóvenes
cierren los ojos de sus maridos,
y desperdicio minutos, atisbando
a la entrada de una flor de espliego
de una simple abeja,
para separarla en dos,
y verla desplazarse:
la cabeza hacia el sur
y el abdomen hacia la cordillera.

Así es
como el día de Pascua de Resurrección
me encuentra fatigada,
y sin la sombra habitual
que nos hace tan humanos
al decir de la gente.


Una sola será mi lucha
Y mi triunfo;
Encontrar la palabra escondida
aquella vez de nuestro pacto secreto
a pocos días de terminar la infancia.
Debes recordardonde la guardaste.
Debiste pronunciarla siquiera una vez…
Ya la habría encontrado
Pero tienes razón ese era el pacto.
Mira como está mi casa desarmada.
Hoja por hoja mi casa, de pies a cabeza.
Y mi huerto, forado permanente
Y mis libros como mi huerto,
Hojeado hasta el deshilache
Sin dar con la palabra.
Se termina la búsqueda y el tiempo.
Vencida y condenada.
Por no hallar la palabra que escondiste.