jueves, octubre 23, 2008

Muertos que caminan

MUERTOS QUE CAMINAN.


Julio Mora, había muerto exactamente hace 33 años, en esa misma celda con hedor a sangre fresca, claro como la que se saborean los lobos hambrientos o los murciélagos, aunque esta era humana. Con tanta podrían haber alimentado los bancos del país y habría bastado para décadas, escuchó decir eso a German un médico recién egresado de la Universidad Boliviarana en Venezuela. ¿Que estaba haciendo ese flacuchento, de espaldas curva y pequeña en ese justo momento en que no debía estar? En fin, todo era surrealista en el calabozo de aquel fatídico 17 de septiembre, en la 1ra comisaría de Talca.


Almorzando en uno de los tantos lugares que visitaba a diario Julio, encontró a Catalina.
_¿Puedo?, inquirió con voz suave pero intensa_ ella miro sorprendida con un ademán de agravio y miedo, le quito la mirada. _“Estee… no se asuste, yo soy mas o menos habitual por acá, soy un muerto que camina y tengo las facultades para hacer un montón de cosas soy para ti sólo una ilusión, busco a una de mis hijas y a pesar que puedo volar por ejemplo, no puedo dormir, así es que estoy siempre despierto, vivo en esta ciudad y en otras cercanas desde hace 33 años, es decir soy un fantasma no hay nada de que temer_.
Obviamente no podía decirle todo aquello a Catalina, si no tendría un grito que le habría roto los tímpanos. Se acordó de la primera vez en que decidió contarle a alguien, German justamente, el médico aquel del calabozo. Se enteró después de diez años, yendo a su consulta en Caracas, de la tortura, el dolor traumático, la perdida del ochenta por ciento de su oído izquierdo; la sentencia a punto de ejecutoriar y la salvada del embajador Venezolano en aquella última hora, suerte con la que él no corrió.

Su plan fue atenderse como paciente, aunque tenía que buscar la excusa para no desvestirse, pues las cicatrices de las balas estaban prácticamente vivas, tanto que a veces necesitaba cubrirse con algunos paños para disimular las heridas, lo más complicado era en el Verano. Su plan fue hacerse conocido y luego en confianza poder hablarle del problema, pero Germán, inmediatamente lo vio entrar, comenzó a preguntar por Chile y por Talca, que el conoció gente allá y…que: _es más, tu te pareces mucho a un chileno que conocí, nunca más supe de él, sólo he sabido acá de muchos muertos, ejecutados, lanzados al mar. Espera, espera…no puede ser, no puede ser_, Germán empezó a ponerse de pie y a retroceder, abrió un pequeño refrigerador y sacó una botella de agua, llenó un vaso y tragó un gran sorbo. _A ver dígame quien es usted, usted no es un paciente, ¿quien es usted?_, decía esto al momento en que tomaba el citófono, _espere Dr., espere, no vaya tan rápido, es una cruel y larga historia. Siéntese, siéntese por favor, si quiere que le explique lo haré, pero si se calma, esto no es fácil, es más usted podría ayudarme y por eso estoy acá, usted es científico, es un hombre inteligente y podría ayudarme_. Julio había tomado la decisión de decirlo aunque no tenía idea de la reacción, creía que las personas más o menos cuerdas huirían, lo denunciarían, se vería expuesto, sería un fenómeno.

_Mira Germán ¡si!, soy yo… Julio Roa Mansilla, tengo o mejor digo, debería tener 40 años, ¿no he cambiado mucho verdad? _ bueno yo te veo igual prácticamente_ por favor siéntate y no te asustes, se que lo que voy a decir es algo absolutamente incomprensible, pero es fundamental que me creas, pues no tiene una explicación natural, como te dije tu eres una persona inteligente, espero y se que al menos me escucharas_.

Bueno la noche del 22 de septiembre, fui condenado y me ejecutaron con una ráfaga_ _¿espera pero y como te salvaste?_ no me salvé_ ¿como no te salvaste?, no entiendo._ No me salve pues de nada, ni siquiera de irme al purgatorio, al cielo o como quiera que se llamé _ a ver oye, ¿tu me estas tomando el pelo?; ¿de que se trata esta broma?_ no es broma Germán_ Julio se levanta y le muestra las heridas, prácticamente vivas, _no pero por favor no es posible, ¿como puedes estar de pie con esas heridas?, ¿no te duelen?, has perdido mucha sangre._ No, no, espera tu no has entendido, yo estoy al parecer muerto, bueno supongo porque no todo el mundo me ve creo, me enfrento a mucha gente para probar y algunos me pueden ver, puedo viajar digamos astralmente, puedo volar y nadie me ve, pero no siento nada, no siento física ni mentalmente, no puedo tener emociones, aunque externamente talvez me perciban.

_Pero, ¿como llegaste acá?, ¿vienes de Chile?_ claro vengo de Chile, lo pienso y si quiero puedo estar en un lugar, no tengo que pasar por Aeropuertos, terminales que te registren o que se yo, _no lo puedo creer, simplemente esto no es verdad, ¡no puede ser¡ estoy soñando, esto es una pesadilla muy feroz, esas heridas, pero… ¿que pasa?_. Germán se sienta y recuesta la nuca en su sillón, recibe un llamado, le señala a su secretaria que no lo moleste, que no le pase ningún llamado, que tendrá que salir y no estará en la tarde. Germán estaba lo suficientemente nervioso para no hacer nada, no atinaba, pensó en echarlo, que no quería verlo, que prefería olvidar todo el episodio, que ha sido un pesadilla de terror y que le cuesta despertar. Julio se miraba en el espejo y veía su cabellera semi-riza y al cuello, con ese peinado típico de los setenta, patillas largas y un bigote casi ralo, a decir verdad, algo pálido, pero como su tez era blanca, todo el semblante lucía normal, además Julio siempre fue muy delgado, así es que su aspecto era de un tipo algo despreocupado nada más. German, seguía sin moverse de la silla y Julio pensó que era momento de retirarse.
_Espera_, dijo Germán, _espera, déjame auscultarte, no mejor dame tu muñeca, si esa, cualquiera. _No tienes pulso, no, no puede ser, estoy nervioso- toma su estetoscopio y lo coloca por encima de la camisa y… nada, no hay ni un solo pulso, _a ver dame tu aliento_, nada, German no percibió nada, ni un reflejo, ni un suspiro, nada delataba vida, pero sus ojos pardos tenían brillo, la barba le crecía, ¿que es esto? se decía si mismo en voz baja.
German se sentó y trato de calmarse, lo miró fijamente y le dijo: _OK, Ok, me estas convenciendo, se que puedo despertar en cualquier momento, pero dime ahora, ¿que quieres?, ¿porque estas acá?

Julio se toma una pausa antes de hablar y con su voz suave pero convencido: _German ya te dije tu eres medico, hombre de ciencia, conoces el cuerpo y la mente humana, sólo quiero saber porque no estoy en otro lugar, siempre creí que uno se iba a otro lugar, pero estoy acá con los vivos, no puedo sentir nada, lo que es nada, sin embargo veo todo y algunas personas me ven, no se cuales pero se que me ven y tengo mis recuerdos, eso sí esta intacto, todos mis recuerdos. Entonces lo que quiero es que me ayudes a dilucidar cual es el problema y lo más importante quiero encontrar a mi familia, necesito encontrar a Ana mi hija, necesito abrazarla es el único deseo que he tenido como sentimiento, es algo muy extraño sabes, tal vez así podría salir de acá, tengo la intuición que eso podría ayudar a terminar con esta locura.
_A ver Julio, ¿tu quieres que te ayude a encontrar a tu hija, Ana?_ claro, ¿tu podrías ayudarme?, _pero por favor tu con todos los poderes o no se como llamarlos, las facultades, ¿me dices que no puedes ubicarla?, ¿como quieres que te crea?_. Es raro German, pero es verdad, es a la única que he intentado ver, pero no está, no puedo_. Mira Julio, este es un pasaje de mi vida que tengo prácticamente enterrado, no he hablado de este tema, poca gente lo ha escuchado, pero si puedo hacer algo por tí lo haré, averiguaré en la embajada, no lo sé, no sé si estoy preparado para viajar a Chile, pero te prometo que algo haré, te lo prometo_. Julio se dispone a salir de la consulta.
_Espera y de saber algo, ¿como te ubico? _ No te preocupes yo te llamaré o te ubicaré. Eeeh…, bueno esta bien, adios.
A penas cerró la puerta, Julio pensó que Germán estaba estupefacto, no haría nada, por ahora, pero quien sabe, tal vez le ayude. De todos modos, fue importante poder contarlo y saber que nada de lo que creyó en algún momento ocurrió.

Catalina conoció a Ana en la Universidad, en las marchas por los detenidos desaparecidos, en la comisión, como le decía ella, el tío de Catalina fue un ejecutado por la dictadura y ella no dejaría nunca de clamar justicia para su tío Alberto, hombre de campo, padre ejemplar, detenido en Rancagua. La primera vez que Ana le contó los sueños con su padre, no lo olvidaría. Ana estuvo en el psiquiatra mucho tiempo, tenía un sueño permanente, veía a su padre caminando por la calle y ella le gritaba, hasta quedar di fónica y el no le escuchaba, seguía su camino, no miraba siquiera y entonces ella lloraba, lloraba, lloraba, despertaba en sollozos, casi todas las noches. Tenía el libro de cuentos en la mano, ese cuento que le leería su padre la noche en que lo detuvieron, nunca lo abrió siquiera, el cuento quedó ahí en su estante nadie podía moverlo en la casa, nadie. Un día Catalina vio un chaman o médium, en la oficina alguien se lo recomendó, ella asistió al evento con el único objetivo de preguntarle por el caso de su amiga. Pues bien, le dijo el hombre de aspecto duro y algo enjuto: elige un día de primavera, de comienzos de primavera ve con tu amiga a un lugar que yo te avisaré_ ¿me avisará?, ¿como?, _no te preocupes yo sabré como avisarte_ le diré a Julio.

Catalina salió del lugar aun más confundida que al comienzo. Sin embargo, al despertar el día siguiente no sabía como, pero amaneció con una idea fija. Tenía que ir con Ana a Talca, al restaurant El Conquistador en el centro de Talca, y lo más importante, el cuento del grillo Plín Plon, no podía faltar. Tendrían que esperar hasta que oscurezca y pedirle a un hombre en la calle, que por favor le leyera el cuento a Ana, algo no muy fácil de hacer, considerando que eran dos mujeres bastante adultas; pero esa era la idea, según ella todo se habría transmitido en el sueño la noche anterior, aunque algo nebuloso.

Catalina no había tomado conciencia aún de lo que sucedía, y por eso en una primera instancia, el temor y la desidia frente aquel hombre delgado, nunca esperó encontrase a boca de jarro con el mismísimo padre de Ana, por lo que su reacción fue de un desconcierto inaudito.
_Espere, oiga espere, ¿Julio?, ¿usted es Julio?_ no supo de donde saco las palabras pero preguntó. Julio había dado la vuelta para retirarse y cayó en cuenta que la muchacha le hablaba, le había llamado por su nombre. _Julio, estoy con Ana, ella esta conmigo, si, su hija está aquí ahora, salió a comprar cigarrillos al lado_.

Cuando Ana apareció en la puerta de vidrio y vio aquel hombre de espaldas, conversando con Catalina, sabía que no era aquel, que una hora antes sentado en la plaza, le pidieron que les leyera el cuento, lo que pensaron sería lo mas difícil, finalmente resultó en franca y deliberada armonía, con aquel hombre leyendo el grillo Plin plón y repitiendo al terminar: y “colorín, colorado…”, para ellas notable, increíble.

Le vino un frío en todo el cuerpo, luego un calor profundo que le bajó por la médula hasta las uñas de los pies, _el es mi padre_ se dijo, _y no estoy soñando_ repitió al unísono, _no estoy soñando_. Tomó aliento, caminó con paso firme y lo tomo del cuello, con un abrazo que hizo retumbar las mesas y los candelabros de aquel local, ni siquiera le había llamado, no había pronunciado su nombre y no estaba llorando, por el contrario, reía, reía a carcajadas, sin soltarlo, nunca había dado un abrazo tan enorme, el cielo se caería a pedazos y ella no terminaría de dar ese abrazo eterno, sus brazos se alargaron hasta tocar el infinito y reía, reía como si el mundo fuera un parque de diversiones, como en una montaña rusa de la mano de un amor adolescente. En tanto Julio, sintió, sintió el calor, el miedo, la tristeza, su estomago le dolía, pero también estaba extasiado, entre el dolor y la sonrisas, Julio dio la vuelta y tomo la mano de Ana, para secar una lagrima, la lágrima que inundó el ambiente de descanso, de alegría, de silencio, de paz.

Mientras tanto en las noticias que se dejaban ver en un viejo televisor de aquel restaurant, otro sitió con restos de detenidos desaparecidos era encontrado y algunos huesos se habían reconocido en el Servicio médico legal.




A la memoria de Luis Armando Lagos Torres, Padre de Eliana, desaparecido en Liquiñe, Villarrica, ejecutado por la denominada, caravanita chica en la IX Región, el 10 de Oct. Del 73.
(donde estas Eliana para darte un abrazo…).